Esta pieza, por llamarla de alguna manera, surgió y murió cuando mi primera novia me dejó.

Durante los siguientes días lo pasé muy mal y en pleno luto de nuestra relación subí a mi taller (mis padres habían acondicionado el piso de arriba como taller para mí) y grabé mi voz en una grabadora pronunciando su nombre durante horas. En parte esperando encontrar algún alivio, en parte con la intención de sacar algún rédito artístico de ese sufrimiento. Creo que mis padres me oyeron desde abajo.

Cuando terminé de grabar lo conecté a la minicadena e hice este pequeño montaje poniendo todos los dibujos que tenía de ella atados alrededor de los altavoces.

Incluso en ese momento de confusión recuerdo pensar que la pieza era realmente mala, aunque me costó descartarla porque tenía algo que me parecía fuerte. Aún así todo quedó ahí, le hice algunas fotos con una polaroid que por entonces se había comprado mi padre y la cosa nunca salió de ese espacio.

Es probablemente lo peor y más sincero de cuanto haya hecho.